Imaginaba, también, a mi madre cosiéndome un tutú mientras yo la miraba emocionada, deseando estrenarlo. Supongo que no era algo vocacional, porque hubiese intentado conseguirlo como fuese, pero sigo emocionándome cuando veo fotos y vídeos de ballet, pensando en lo bonito que es, la dulzura y debilidad que desprende, y sobre todo, el sacrificio que supone. El ballet sólo me evoca cosas buenas.
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